sábado, 26 de mayo de 2018

Cómo lucra con la educación Laureate

La educación chilena, como en toda sociedad de clases, está al servicio de las clases dominantes, un puñado de magnates que la conciben como una mercancía más y en la que se manifiesta un capitalismo burocrático, atrasado, que restringe el desarrollo científico y democrático de la educación, y la pone al servicio de los monopolios.

Claro ejemplo es el Grupo Laureate, red internacional de universidades privadas con sede en EEUU, que tras ser sometida a una extensa investigación se concluye lo evidente: lucro en tres de las universidades que controla, esto es, UDLA, UVM y UNAB.

Mecanismos que desvían millones de dólares y dejan inútil la ley que prohíbe el lucro en la educación son los contratos entre Laureate y las universidades, donde estas instituciones les compran servicios y les pagan para usar la licencia intelectual que vende, traspasando la mayor parte de su patrimonio a este grupo controlador, es decir, el esfuerzo de más de 80 mil estudiantes que pagan el arancel, llega a manos de un pequeño pero poderoso grupo.

La Universidad de las Américas es de las más grandes de Chile y la mayoría de sus estudiantes está en las áreas de educación y salud, lo que hace más preocupante la precaria enseñanza que se imparte. Por cada alumno matriculado debe pagarle 250 dólares anuales a Laureate, y un 2% de sus ingresos anuales. La UDLA ni siquiera dispone de sus recursos, pues sólo puede contratar con Laureate. En 5 años ha recibido casi 900 reclamos formales en su contra.

La Universidad de Viña del Mar está en la miseria, sus deudas superan más de 5 veces su patrimonio. La Universidad Andrés Bello ha aumentado en un 60% los gastos realizados durante 5 años, habiendo transferido $140 mil millones a Laureate. Hasta el ex decano de Derecho dijo que “el proyecto dejó de ser académico y se empezó a privilegiar lo económico”.

Por todo lo anterior, se estuvo al borde del cierre de estas universidades a fines del 2017, sin embargo, la ex ministra de educación Adriana Delpiano, temiendo ante las posibles protestas de los casi 80.500 estudiantes, sumados a los 96 mil de institutos profesionales, que desataría esta decisión a tan solo un mes de dejar el gobierno, decidió no decretar el cierre.

El viejo Estado se vio agobiado por sus propias contradicciones, en donde prefirió dejar que Laurete siga robando a miles y miles de estudiantes sin consecuencias con tal de evitar las movilizaciones estudiantiles a las que tanto temen.

Esta es una muestra más del capitalismo burocrático en la educación, absolutamente servil al imperialismo, que con la agudización de su crisis lanza a los estudiantes a la protesta por una educación al servicio del pueblo.

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